En las fiestas del Albergue había todo lo necesario para asegurar la diversión: música, botana, mujeres, conversaciones interesantes, pero sobre todo alcohol... mucho alcohol. Era el ingrediente principal de todas la reuniones, y a veces, la cantidad era sencillamente ridícula comparada con las personas ingiriéndolo. Eran los lejanos momentos denominados El Albergue VIP, y al principio fue bueno.
Algunos de mis amigos y yo veníamos de un ritmo de vida similar al que ahí se encontraba, así que rápidamente logramos adaptarnos y conectar con su estilo. Dejamos de ser solo visitantes y nos empezamos a convertir en alberguenses.
Pero como todo en la vida, fue necesario hacer algunos cambios. La reubicación del Albergue fue probablemente el principal, y el que motivaría la total unión entre los antiguos alberguenses y los que empezábamos a formar parte. En esta parte del viaje, muchos pioneros no siguieron. Algunos por motivos ajenos a ellos y otros por el hecho de no poder tolerar el cambio. El Albergue engrosaba sus filas, y comenzaba una nueva época.
Había nacido El Albergue Beta.
La cantidad de adeptos había crecido exponencialmente. Solo con ver todos los carros que entraban y salían cada hora llevarían a cualquier persona a cuestionar lo que ahí se hacia. Viejos vicios, como jugar Nintendo 64 hasta la locura se quedaron. Y el desmesurado estilo de vida.
Y al principio, todo esto fue bueno. Continuará.